Educar en Multiculturalidad: educar en individualidad es formar identidad

sábado, 31 de mayo de 2008

Cuestionario: texto "La Responsabilidad en la Educación de la Persona"


1 La autora cita a Jean Paul Sartre: “El Hombre no es otra cosa que lo que él se hace”. ¿Qué quiere representar a los lectores con esta frase? ¿cómo se relaciona este pensamiento con la educación?

R: La autora - de acuerdo con los planteamientos de Sartre - concibiría al hombre como un ser libre de cadenas. El hombre existe, y luego se piensa. El hombre se construye a sí mismo, partiendo de lo indeterminado. Tendría entonces, de acuerdo a lo expuesto, libertad de ser lo que él quiera.

Por ello, para tener un verdadero diálogo, para que exista una verdadera educación, el profesor debe tener un profundo respeto por la individualidad de sus alumnos: sus creencias, su cultura, sus emociones, su sentir particular y su especial forma de ver la vida. No es posible violentar esta libertad si pretendemos entregar una verdadera educación. Y la verdadera educación no sólo es entrega, es a su vez, aprender a recibir. El alumno no es una simple vasija que el profesor llenará de ideas y visiones de mundo preconcebidas. El joven al cual guiaremos está llamado a descubrir los velos de su realidad, a mostrarnos nuevas perspectivas de ver el mundo y a cambiar o sustituir los modelos o dogmas que ya no se ajustan a las actuales contingencias, a los cambios históricos, sociales, culturales o económicos. El niño de hoy determinará su sociedad; sus acciones no serán azarosas, pues producto de la reflexión, el diálogo y el consenso, tendrán más fuerza y serán propósitos claros, que beneficiarán al conjunto.

2 - ¿Qué papel ocupa el diálogo en la educación, según la autora?

R: El diálogo sería un pilar en la educación, puesto que es la herramienta que nos posibilita alcanzar una visión más crítica de la realidad. Es esta visión crítica la que da instancias para el cambio y mejora de nuestra sociedad. Se desprende entonces que debemos, como educadores, instar a nuestros alumnos al diálogo y a que tomen conciencia que mediante este diálogo toman parte activa de los cambios sociales.

Este diálogo no será simplemente una mera plática o un simple discurrir de ideas. No seremos un muro donde infructuosamente choquen las ideas de nuestros alumnos.

Me cabe acotar al respecto, que la idea de diálogo de modo alguno significa quedarnos en la simple tolerancia. Si bien es un gran paso, es fácil aceptar al otro y dejar que se quede con su idea, sin que la mía se vea afectada. Cuesta algo más, en cambio, escuchar e intentar rescatar y aunar criterios: una simbiosis de ideas en el aula. Me parece que esto último es lo que debemos intentar alcanzar. El diálogo encierra la idea de algo que va más allá de la tolerancia o de aguantar al otro. Es aceptación, es amor, es sumergirse en el universo de ideas y vivencias del otro. El diálogo implica vernos como iguales, ver en el otro mi reflejo, validarnos y sentirnos parte de un conjunto y de una misma causa: el aprehender nuestra realidad y como mejorarla. Cada clase, cada momento, servirá al profesor para entablar el diálogo. Quisiera citar las palabras del profesor Carlos Moreno: “el conocimiento, las materias, son las herramientas del profesor para ayudar a los alumnos a ser mejores personas… Tenemos conciencia que somos agentes y podemos ayudar a otros a ser mejores”. La materia de clases será la excusa para enseñar a los alumnos a superarse, a tomar conciencia de su rol dentro de la sociedad y su compromiso con esta.

Debemos encaminar al alumno para que entienda que su posición no es la única válida y que no debe tener temor a disentir. Nuestros intentos deben conducirlo a que abandone el temor de ser reconocido y sea tan abierto tanto para expresar su postura, como para escuchar la postura del otro. Pienso que debemos buscar tender puentes hacia los alumnos y entre ellos, acercar visiones, aunar criterios.

De lo expresado por la autora, entiendo que será el diálogo el que nos permita conocernos como individuos, como personas. Esta humanización como autoconocimiento, como la toma de conciencia de sí mismo, junto con convertirnos en seres más plenos,

En el informe Capital Humano en Chile (Brunner y Elacqua, 2003) se menciona un aspecto que cobra cada vez más importancia: al Capital Social, como la vertiente social de la educación. Siendo conceptualizado como “aspectos de la organización, tales como confianza, normas y redes que mejoran la eficiencia de una sociedad mediante facilitación de coordinaciones”, vemos que la capacidad de diálogo cobra gran importancia para el desarrollo de este capital, como una de las dimensiones que incide en el desarrollo del capital humano del país. En Chile, falta esa capacidad de diálogo que se menciona en el artículo de la autora. De acuerdo a estadísticas, Chile presenta bajos grados de interés político y sólo moderados niveles de asociatividad y confianza interpersonal. Chile se caracteriza, más bien, por su idiosincracia individualista. Estos esquemas son el ancla de nuestra educación y son los que se deben modificar; gran responsabilidad es la que recae sobre el educador.

3 – ¿Qué tipo de ser humano debe ayudar a formar el educador, según lo que se desprende del texto?

R: Debemos conseguir que el ser humano en formación sea un ser participativo, desenvuelto, que logre desarrollar la iniciativa para cuestionar su mundo y expresar este cuestionamiento en la palabra, en la crítica, en el disentimiento. Lo más nefasto que puede ocurrir en la educación de un niño es encontrarse con un profesor hegemónico, frente al que toda iniciativa se estrelle cuál si este fuera un muro. Por el contrario, aprendemos junto a nuestros alumnos, aprendemos en la interacción Debemos lograr que el alumno se percate de la importancia de manifestar sus inquietudes en el aula y que sienta que su opinión y participación, por mínima que sea, es valorada, es recibida de manera amorosa y merece el mismo respeto que la de cualquier alumno, valorando el esfuerzo y no las diferencias circunstanciales de los alumnos. Valoraremos el fondo de los hechos, no la forma. Cierto es que buscamos instruir a los alumnos y dotarlos de conocimientos, pero ello sería tan sólo una parte de la labor del educador. El educador tiene como misión formar a seres integrales: seres conocedores, pero también, seres participantes. Convertiremos así, a esta persona en alguien que no será simplemente un observador; no temerá esta persona a la equivocación, a vincularse con el mundo, no temerá a los cambios. Sentirá un sentido de responsabilidad y un compromiso con la sociedad y sus cambios, cambios de los que directa o indirectamente será gestor. En la terminología de Weber, será un actor social.

Enseñar al alumno que la actitud crítica es posible dentro del aula, significaría enseñarle al mismo tiempo que la discusión se da porque existe la posibilidad del cambio. Para que haya cambio debe haber cooperación y una confluencia de criterios que permita enriquecer nuestras ideas y propuestas: una retroalimentación. El diálogo es un arma muy potente, es el arma que nos permitirá salir del conformismo social, de la irreflexión, del ensimismamiento.

Creo que estaríamos sembrando en el alumno la esperanza. Quizás más que sembrar esperanza, lo que un educador hace es mantener la esperanza que intrínsecamente posee la persona. El diálogo implica una actitud crítica, que inevitablemente nos lleva a generar elucubraciones, dudas, preguntas. Y una pregunta siempre esconde una respuesta. Cada nueva duda, cada inquisición, cada escollo se nos impone como un problema a resolver. El hombre es por naturaleza un ser curioso, un eterno buscador de respuestas. Este ser lleva dentro de sí la esperanza. Esa esperanza es la que mueve nuestra historia, la que mueve al ser humano al cambio, al progreso, a la superación de problemas en la sociedad. Si discutimos sobre la violencia, la pérdida de valores, la discriminación, la desigualdad educacional, los resultados de nuestra educación y métodos es porque entendemos que estos son esquemas de vida que pueden ser modificados, superados o perfeccionados. Es por ello que un profesor debe mantener y hacer uso de la esperanza que hay en cada pequeño o joven; bien lo expresa el poeta y pedagogo indio Rabindranath Tagore, "Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres". Nuestra tarea, sin duda, será mantener y acrecentar la esperanza en nuestros alumnos.

Sólo si nos comprometemos verdaderamente con la educación y abrazamos con firmeza valores como el amor y el respeto, estaremos formando a seres que en el futuro serán adultos menos prejuiciosos, más reflexivos, creativos, plenos y libres de condicionamientos. Seres que serán promotores de cambios positivos y pondrán toda su potencialidad al servicio de la sociedad. La misma responsabilidad y amor que tendremos como educadores al trabajar con la conciencia de un niño, será la que inculquemos a ellos por su sociedad.

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